Marks, Udo
Problem Paradise, 1999
Juegan Blancas, Mate En Diez
Aunque tradicionalmente se define el Ajedrez como un juego o un deporte, sus características de contienda, la tensión que crea entre jugadores y observadores, su prodigiosa disposición de estrategias y defensas, algo de magia y mucho de poder le otorgan condiciones y fuerzas que el hombre ubicará siempre en el territorio de lo misterioso.
Para filósofos y científicos, narradores y poetas, el ajedrez ha sido un reto que va más allá de escaques y trebejos; especie de laberinto en cuyo extravio se pueden dar hallazgos sorprendentes: Borges, ante el ajedrez, encuentra a Homero y pone a Dios a mover fichas; Stefan Zweig dilucida su destino en un tablero de cuadros blancos y negros; Somerseth Maugham recurre a los peones, las damas y los alfiles cada vez que se le dificulta la elucubración de fantasias; Fernando arrabal ocupa su columna del ABC de madrid, casi siempre, en este blanquinegro escenario donde danzan sin prisas las torres y caballos.
"En su garganta reseca/ gruñe una biliosa hez,/ y bajo su frente hueca/ la verdinegra jaqueca/ maniobra un largo ajedrez", canta Leopoldo Lugones para definir a "El Solterón", mientras el Tuerto López juega su propia partida de esta manera: "...Y el obnibús senil, con su cortina/ llena de pringos, con la vetustez/ de sus flacos solípedos, camina/ como si tal, camina/ como quien juega al ajedrez". Y León de Greiff: "Jugué con Philidor a los escaques/ en escaques soy un ducho, y en las damas una hacha".
Tomado de la Edición de Lecturas Dominicales, Septiembre 27 de 1992.
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